viernes, 5 de septiembre de 2008

Energía (pertenece a CorduraXescriturA)

Se quedó mirando un momento más las tetas de la presentadora y llegó diez segundos tarde a su choque a 90 km/h con una motocicleta, que portaba dos zaragozanos que se dirigían a un hotel, en busca de la concepción de su par de gemelos, que cincuenta años más tarde inventarían a tiempo el remedio definitivo contra el SIDA, para impedir que Steve, de Estados Unidos, falleciera cincuenta y dos años después del fallido choque.

SIDA que adquirió porque el tatarabuelo del padre de la prostituta que lo contagió no se mató en la Guerra de Secesión, salvó la vida por el grito de dolor que fue emitido por un chico rubio y pecoso al recibir un balazo que andaba desviado porque el soldado que lo hizo quedó ciego en esos momentos por culpa de la metralla y la ineptitud al hacer la trinchera de los encargados de ello.

Juan Moreno, un alto ejecutivo argentino, nunca tuvo el hijo gracias a su aventura con ella, porque Steve se vengó de la ya curada prostituta por su doloroso tratamiento dándole una paliza, y ella no estaría merodeando en esa convención donde se encontró con el fogoso Juan.

Nunca pudo ese hijo pues formar su grupo de Speed Metal, después de estar ocho años en el conservatorio, para disgusto de su padre, que no vio a su hijo dirigir a la Filarmónica de Berlín, hecho éste que hubiera sucedido, en caso de haber nacido, si no hubiera perdido su padre aquel día su empleo en la multinacional, y le golpeara en la mejilla provocándole que acumulara odio en forma, finalmente, de Speed Metal.

Usuki Tamoara, japonés, nunca entró en el myspace del grupo y vio en los comments a la que sería su futura esposa. Su futura esposa, sin las ataduras de un matrimonio, entonces viajó seis meses después al Vaticano, comprándole a un vendedor callejero cuatro pilas de las buenas.

Entonces, al vendedor, sí le llegó para comprar la botella de vino después de apartar el dinero para la familia y para la mafia que lo había llevado hasta Italia desde Chechenia. Cuando consumió la botella y embriagado hasta las trancas, llamó a su hermano pequeño. Éste, al día siguiente, al reflexionar lo bien que le iba a su hermano en Italia, decidió probar suerte y sería asesinado meses más tarde por no pagar la deuda en el momento acordado.

Al policía que debía de resolver el caso, por no encontrar a los culpables, no lo ascendieron y al no ascenderlo, la máquina de café del ala oeste de la comisaría conservó la cuota mínima para que no fuera retirada, no debiendo realizar el transporte de la máquina la furgoneta que debía atropellar al gato que le hizo ganar, con un anuncio de comida, a su dueño el dinero suficiente para irse, en principio de turismo y luego como residente, a Zimbabwe.

Doscientos seis años más tarde, uno de sus descendientes provocó la mayor matanza en África de los últimos trescientos años, ya que la persona que debería haberlo evitado, no nació al morir un antecesor suyo en un cayuco cerca de las costas canarias.

Al ahogarse, no tropezó casualmente en el supermercado con Nelson Rodríguez, inmigrante ecuatoriano que, sin perder ese tiempo en recoger las cosas del suelo, llegó a tiempo de ayudar a cruzar la calle a una abuelita y así conocer a su nieta, con la que se casaría años más tarde.

La abuelita, el día de la boda estaba feliz y orgullosa, al fin y al cabo, ella había llegado a España, también de Sudamérica, y había cumplido su sueño: conocer al amor de su vida y ser una famosa, conocida por sus atrevidos escotes, presentadora.



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